publicado a la(s) 16 ene 2011, 13:41 por J C F L
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actualizado el 16 ene 2011, 13:43
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Recibido por correo. Una bonita historia, para los que teneis hijos en esa edad de los sueños...
Apenas su padre se había sentado, al llegar a casa,
dispuesto a escuchar, como todos los días, lo que su hija le contaba de sus
actividades en el colegio, ésta en voz baja, como con miedo, le dijo:
-
¿Papa? - Sí, hija, cuéntame. - Oye, quiero... que me digas la verdad. -
Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido-. -
Es que... -titubeó Cristina-. - Dime, hija, dime. - Papá, ¿existen los
Reyes Magos?
El padre de Cristina se quedó mudo, miró a su mujer,
intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro
tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.
- Las niñas dicen
que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta de Cristina le obligó a
volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué
crees, hija? - Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí
que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso. - Mira,
hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero... -
¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me habéis
engañado! - No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que
existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de
Cristina-. - Entonces no lo entiendo, papá. - Siéntate, cariño, y escucha
esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas
comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su
lado.
Cristina se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier
cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él
debió de ser la verdadera historia de los Reyes
Magos:
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Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían
de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarlo.
Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto y el Niño se puso tan contento y
parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es
maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños
del mundo y ver lo felices que serían. - ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una
buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar
regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo. Baltasar, el tercero
de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría,
comentó: - Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque
somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el
mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan
bonito...
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían
realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía
escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el
Portal: - Sois muy buenos, queridos Reyes, y os
agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo.
Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños? - ¡Oh,
Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones
y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo
a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen
tantos. - No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino
dos pajes para cada niño que hay en el mundo. - ¡Sería fantástico! Pero,
¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y
admiración-. - Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener
deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios. - Sí, claro, eso es
fundamental - asintieron los tres Reyes-. - Y, ¿verdad que esos pajes
deberían conocer muy bien los deseos de los niños? - Sí, sí. Eso es lo que
exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres-. -
Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los
conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron
asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz
de nuevo se volvió a oír:
- Puesto que así lo habéis querido y para que
en nombre de los Tres Reyes de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos
regalos, Yo ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres
se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte
regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los
niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los
propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para
entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en
todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de
cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos
todos son más felices.
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Cuando el padre de Cristina hubo
terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus
padres dijo: - Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de
saber que me queréis y que no me habéis engañado.
Y todos se abrazaron
mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena
tremendamente satisfechos. |
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